En el proceso de fabricación de la pasta blanca (la pasta de trigo duro blanco), se separa el salvado que posee el trigo del grano. La pasta integral es pasta normal a la que no se le ha quitado el salvado. Éste proceso se realiza básicamente para que la pasta tarde menos tiempo en hervir puesto que la masa queda más blanda, pero encarece el producto final, puesto que el proceso de refinado (separación del salvado) supone un coste, y, además se obtiene menos cantidad de alimento por cada kilo de trigo recolectado.
El proceso de fabricación se realiza así desde tiempos remotos; antiguamente se creía que la pasta blanca era más "pura" que la integral (básicamente debido al color). Además, la pasta blanca era un producto de consumo exclusivo de los estamentos altos de la sociedad, ya que era más cara.
La pasta blanca contiene proteínas y almidón, pero si no se ha separado el salvado, contiene además fibra, minerales y algunas vitaminas. Además del salvado se le puede añadir el germen de trigo, con lo que su contenido en grasas y vitaminas es mayor.
Además de su contenido nutritivo, la pasta integral ofrece las mismas posibilidades que el resto de tipos de pasta. También puede ser fresca o seca, y se puede mezclar con purés de verduras, quesos o embutidos para preparar pasta integral de colores.
La pasta es una fuente excelente de hidratos de carbono, que aportan una energía de liberación lenta. Aunque la integral es más rica en fibra, minerales y vitaminas B, tanto la pasta blanca como la integral son sanas. La idea de que la pasta engorda sigue siendo uno de esos falsos mitos; lo que engorda no es la pasta, sino lo que la acompaña. Una forma de consumir la pasta acompañada sin añadir ni una caloría es prepararla con ajo y aceite de oliva, una vinagreta de hierbas (una mezcla de aceite de oliva virgen, ajo y perejil con especias como romero, tomillo, albahaca u orégano) o cebolla.
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